Experiencias e impresiones en torno al Salón


A continuación la conferencia realizada por la curadora, investigadora y crítico de arte Susana Benko en el evento "Experiencias e impresiones en torno al Salón" en el marco de la exposición Bienal I Salón Nacional de Dibujo y Estampa organizado por el Gabinete del Dibujo y de la Estampa de Valencia en el mes de noviembre del año 2013.


Naturaleza de un Salón de Dibujo y Estampa en el contexto del arte contemporáneo

Esta Bienal I Salón de Dibujo y Estampa nos ha hecho meditar acerca de la naturaleza de las obras que la componen. Ciertamente, son obras de dibujo y de estampa. Pero, ¿hasta dónde es posible extender los criterios que definen la naturaleza de estos medios? Esta interrogante es una de las muchas que el artista se plantea al hacer sus obras o, para nosotros, al apreciar obras de arte en el contexto contemporáneo. Precisamente porque, como ahondaré un poco más adelante, reformular conceptos adquiridos y cuestionarlos es también un ejercicio reflexivo para todos. Se trata de ser flexibles con los criterios asumidos por los artistas contemporáneos y buscar la manera de comprenderlos. La inestabilidad que conlleva algunos de estos criterios como la ambigüedad, el relativismo, el hibridismo, entre otros, forman parte como sabemos de las múltiples maneras como el artista contemporáneo trabaja. El punto nodal ha cambiado. Antes, las técnicas y los medios expresivos sustentaron la razón de ser del arte a través de siglos. Ahora se parte del concepto para luego ver cómo estos se materializan en la obra.

Visión histórica
Qué es el arte contemporáneo, es  una pregunta que muchas personas se hacen sin obtener una respuesta definida. Ello se debe a su misma naturaleza que es compleja y distinta a la de las manifestaciones artísticas que ocurrieron en décadas anteriores especialmente a los años sesenta del siglo XX. Desde la antigüedad hasta el arte moderno, las obras de arte se han distinguido por ser productos ‘materiales’ -es decir, obras que existen físicamente-, que se sustentan bien sea en la relación de sus elementos de expresión, en la diversidad de estilos –especialmente en la modernidad– y, por supuesto, en sus valores espirituales que varían según las épocas, las culturas y las motivaciones de los artistas. En el arte contemporáneo, podemos decir, ya no sucede igual.

Cuando vemos la evolución del arte a través del tiempo notamos que siempre se produce un desarrollo y una ruptura que a su vez desencadena una nueva transformación estilística. Es así cómo han surgido los movimientos artísticos a través de la historia, especialmente en nuestra sociedad occidental. El siglo XX representó para nosotros el siglo de los grandes cambios artísticos que se produjeron en tiempo muy veloz. El arte moderno de fines del siglo XIX y de las vanguardias de inicios del siglo XX, había ocasionado una importante fractura en los modos de representación de la imagen. Tanto en la figuración como en la abstracción, la obra de arte se concibió como un producto material hecho con unas técnicas y unos materiales cuyos cambios repercuten en la imagen. Pero, a partir de los años sesenta del siglo XX, este criterio ‘material’ del arte cambia y, aunque no se descarta en la mayoría de los casos el uso de materiales, el artista contemporáneo se ha valido desde entonces hasta la actualidad de nuevos medios de expresión, no tradicionales. El panorama que se le plantea es tan variado que puede ir de lo material a lo inmaterial, del gesto corporal a la masificación de la obra a través de los nuevos medios de comunicación, de trabajar sólo a nivel de ideas como también intervenir en gran escala un paisaje natural o un paisaje urbano. Todo depende de las búsquedas específicas de los artistas y de las circunstancias en que éstos se desenvuelven. El arte contemporáneo es tan amplio y heterogéneo que el intento de una definición supone ya un problema.

Génesis del arte contemporáneo
El término ‘contemporáneo’ es un tema controversial en el campo artístico. Con éste se hace referencia a lo ‘actual’, a ‘lo que pertenece a la misma época en que se vive’. Sin embargo, lo que actualmente se concibe como arte contemporáneo (en oposición a los movimientos artísticos anteriores, incluyendo al arte moderno) comenzó en realidad en los años sesenta en Estados Unidos y en Europa donde posteriormente se irradió hacia otras latitudes geográficas. Ello significa que el concepto que relaciona ‘lo contemporáneo’ con ‘lo actual’, es decir, con ‘lo que se hace en el presente’, no es el enfoque adecuado que permite definir en qué consiste el arte contemporáneo. Ello es evidente si notamos que de los sesenta a la actualidad han pasado más de cincuenta años. En principio, ya no es actual. Sin embargo, esta nominación se sigue utilizando para remitir al arte de esas décadas.

Más que una definición concreta habría que cambiar el foco hacia la naturaleza del arte contemporáneo visto como un fenómeno cultural que tiene diversas maneras de manifestarse y que con el paso del tiempo se va renovando continuamente. En el arte se produjo una transformación radical pues muchos conceptos existentes durante siglos se vinieron abajo. Uno de ellos, por ejemplo, es la perdurabilidad de una obra de arte. Ésta dejó de concebirse como un objeto único, eterno, coleccionable y únicamente accesible a una clase adinerada. La cultura de masas y los medios masivos de comunicación como el cine, la televisión, la fotografía y los impresos han influido en un importante cambio de actitud en varios artistas quienes a su vez han encontrado en estos recursos nuevos modos de acercamiento al público. El artista contemporáneo, sea cual sea los recursos que utilice, ya no es sólo un creador de imágenes: es un promotor, un provocador, un cuestionador. 

Pongamos un ejemplo elocuente: Andy Warhol, uno de los máximos representantes del Pop Art norteamericano. Este movimiento constituyó un importante antecedente para el surgimiento del arte contemporáneo. Warhol, por ejemplo, se permitió trabajar en dos sentidos: por una parte realzando la opulencia norteamericana mostrando los iconos y mitos visuales de esa sociedad de consumo (los “fenómenos publicitarios” como la lata de sopas Campbell, la botella de Coca Cola o los rostros populares de las actrices de Hollywood) y a la vez cuestionó ese sistema de mercado. Los neodadaístas de los años sesenta, por otra parte, se valieron de la acumulación de objetos de desecho para realizar ensamblajes (el llamado assemblage) y utilizaron imágenes emblemáticas conocidas por toda la población para realizar lo que significó en su momento una actitud desafiante y radical ante lo establecido. Representativos de esta tendencia, entre otros, son Robert Rauschenberg  y Jasper Johns. Otro, como Piero Manzoni, usó materiales orgánicos extremos como excremento enlatado para desacralizar el aura impoluta del arte.

El Nuevo Realismo francés era más poético. Los artistas inmersos en esta tendencia buscaron recuperar la relación arte y vida, apropiándose de objetos de la realidad para crear un nuevo reciclado poético. Entre los más conocidos estaban: Yves Klein, Arman, Jean Tinguely, Niki de Saint Phalle, César y otros más. Querían recuperar el sentido de la realidad. ¿Cómo lo hicieron? Tomaron, por ejemplo, objetos industrializados y trabajaron el ensamblaje, del cual deriva otro concepto que es el de acumulación. Y con éste trabajaron el décollage. Y ¿qué era el décollage? Pues justamente lo opuesto al collage. El décollage consiste en ir desarmando las partes de un objeto, o bien, en una obra sobre papel, se trata de rasgar, cortar o eliminar partes de alguna imagen. Se trata de un proceso a la inversa del collage. Las obras de estos artistas son muy heterogéneas y continúan siendo hoy día impactantes por su actitud desafiante e incluso por el esfuerzo en su realización.

En Alemania, el grupo de corte neodadaísta llamado Fluxus tuvo carácter multidisciplinario. Este grupo defendió ante todo la libertad del pensamiento y de creación. Músicos, arquitectos, escritores participaron con los artistas de Fluxus. Allí destacaron Joseph Beuys, Nam Yune Paik, Charlotte Moorman, entre otros, y promovieron el happening, el performance, el video-arte y la instalación, formas y eventos artísticos que tuvieron gran auge a finales de los años sesenta y en la década de los setenta, todavía vigentes en el arte contemporáneo actual. La lista de eventos que demarcan rupturas con los medios tradicionales es enormemente larga. Apenas menciono estos para recalcar en lo siguiente: tenemos ya más de cinco décadas en que los artistas pertenecientes al período contemporáneo han buscado a través de sus obras desafiar el concepto de obra de arte para que ésta no sea percibida sólo visualmente. Por otro lado, son más de cinco décadas de búsqueda experimental, queriendo transformar los medios y las técnicas convencionales. Esto ha implicado, por un parte, la hibridización de los medios con consecuencias interesantes desde el punto de vista de las técnicas y de los materiales; y por otra parte, la posibilidad de creación con absoluta libertad de elección. Ello permite, en obras que mantienen su condición objetual, la escogencia de materiales y soportes de cualquier índole que pueden ser orgánicos, tecnológicos, artesanales, soportes planos, volumétricos, en fin, obras hibridizadas que permiten una apreciación plurisensorial que activa otros sentidos además de la vista. Otro escenario en este panorama es cuando la idea o la palabra justifican una obra.

Cualquiera de estas variantes contemporáneas denota que, durante más de cincuenta años, los artistas han estado continuamente reformulando los conceptos artísticos establecidos.

El Salón
Hemos premiado obras que responden a concepciones y técnicas que se atienen a su sentido de pertenencia a la contemporaneidad. La diversidad de piezas que recibimos en cuanto a su intención así lo demuestra. El Salón es resultado de ello. Darle la espalda a diversas maneras de ver el dibujo o la estampación que buscan otras alternativas más allá del papel o de las formas tradicionales de impresión sería darle la espalda a nuestro tiempo, a la realidad que estamos viviendo. Como jurados, como críticos, como artistas, como personas que entendemos las transformaciones que han ocurrido en el arte –y siguen ocurriendo–, no podemos darle la espalda a lo que significa ser y vivir en la contemporaneidad. Como señalé, este criterio no es un problema temporal. Es un problema de concepción. En el arte contemporáneo se cuestiona, se problematiza, e incluso se conflictuan los medios y los recursos. Desde el momento en que sabemos que no hay fijeza y hay variabilidad. Su misma naturaleza atenta contra las definiciones fijas que lo estatizan. Por eso puede ser difícil apreciar el arte contemporáneo. Incluso para algunos aceptarlo. Ello suscita que tengamos diferencias de criterios pues los parámetros de análisis varían. Es posible hacerlo pero no siempre con los medios tradicionales de la apreciación plástica. Decía Miguel Arroyo en sus cursos sobre Elementos de expresión que sus análisis eran pertinentes para todas las obras producidas de la antigüedad hasta los años sesenta del siglo XX. Posterior a esa fecha, alertaba que la situación era otra. Nos ha tocado entonces descubrir y concebir nuevas formas de apreciación, tal vez más complejas porque trascienden a la sola visualidad. Por otra parte, el artista contemporáneo asume su diversidad de posibilidades, su libertad de elección y, en cierto modo, a actuar acorde a su circunstancia. Su posición es permanentemente crítica de lo establecido: de sus medios y elementos de expresión como de su realidad.

Artistas, escritores, jurados, público estamos inmersos en aprender a considerar las contradicciones, de flexibilizar nuestros criterios, de abrir nuevos parámetros y de sacar nuevas conclusiones. Siguiendo este comentario, me gusta la presencia aquí de los tres artistas premiados que me acompañan porque sus obras representan, en el marco de esta discusión, ejemplo de esta apreciación amplia y realista que acabo de comentar. Como jurados hemos tenido muy en cuenta lo que significa un salón de dibujo y estampa considerando sus acepciones tradicionalmente definidos así como también hemos considerado las obras experimentales que problematizan de alguna manera estos criterios usando otros materiales, otros soportes. Nuestras discusiones al respecto fueron además muy interesantes porque no siempre ello es fácilmente discernible. Ante todo antepusimos la presencia de una concepto lineal o en mancha de las formas, sea dibujando con recursos no convencionales o dejando una impronta. El desafío no fue fácil, especialmente establecer linderos cuando se cuestionan esos linderos. Asumimos que en las formas experimentales que participan en este Salón no se pierde la esencia del dibujo y de la estampa sólo que nos la muestran bajo perspectivas diversas. Queda en nosotros flexibilizar nuestros criterios entendiendo al mismo tiempo la época en que vivimos.  
                                                                                                      
Susana Benko


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