Exposición: La línea. Origen y esencia 
[1º de Febrero - 19 de Abril 2015]



La línea. Origen y esencia en la obra de Carlos Medina

            
“En los sueños que se apoderan del hombre que medita, los detalles se borran, lo pintoresco se decolora, la hora no suena y el espacio se extiende sin límites”.

Gaston Bachelard











Quienes se han aproximado a la obra inicial del escultor Carlos Medina (Barquisimeto, 1953), les podría parecer poco procedente el título de esta exposición, pues los volúmenes sólidos de sus primeros trabajos poco podrían relacionarse con el abstracto concepto de la línea. No obstante, la obra que hoy nos muestra, en los espacios del Gabinete del Dibujo y de la Estampa de Valencia, trasciende la materia y el volumen. Es una obra despojada de la superficialidad y lo accesorio. Es una obra que ha mutado para mostrar la elasticidad de las formas, de la materia y del espacio.

Así, la exposición La línea. Origen y esencia, muestra el trabajo creador de los últimos quince años del artista larense, en el que, desde una perspectiva puramente formal, privan los elementos de expresión visual básicos como son: la línea, el punto y el plano. En ellos, el volumen y la materialidad sólida ceden su protagonismo de antaño a estructuras más sutiles, aunque no menos complejas, que hacen del espacio el objeto escultórico, pero sin apoderarse de éste, solamente señalándolo. Las piezas pertenecientes a las series Hoja, Gota y Superficies (en aluminio, nylon, acero inoxidable), lo ejemplifican claramente.

Por su parte, y desde el aspecto matérico, éste se desnaturaliza en el sentido estricto de las cualidades y capacidades intrínsecas del mismo quedando subyugado a la intención experimental del artista. El plano del papel se convierte en volumen y el duro acero se doblega dando la apariencia de flexibilidad como en la selección de obras perteneciente a la Suite Caracas y la Suite Larense.

De tal manera, y no sin privar un proceso reflexivo que podríamos comparar con la noción filosófica del ensueño, en el que se contempla la grandeza[i], Medina traspasa los límites formales conocidos por la escultura y logra a través de la meditación y experimentación, desnudar el volumen y la materia para evocar vibraciones, esta vez desde la síntesis de las formas, es decir, desde la línea, y con ella dibuja en el espacio, define volúmenes, crea planos, genera movimientos, se proyecta al infinito.

La línea, ente geométricamente abstracto e invisible, se hace corpórea a través de las varillas de acero, del nylon, de los cortes precisos, tanto en los papeles como en el acero, se convierte en el elemento de expresión protagónico, permitiéndole al artista, dicho en sus propias palabras: “expresar con la materia aquello que transciende la materia, la esencia misma de los objetos que sólo se manifiesta en la presencia de los objetos”.

Vemos entonces, en la obra de este artista, que la síntesis conduce a una suerte de contrapunto puramente gráfico en el que se da: “el encuentro de formas, la contención de una forma por otra, el empuje, la fuerza, la combinación de lo rítmico y lo arrítmico en un mismo plano, la combinación de formas abstractas, puramente geométricas o indeterminadas, [y] la conjunción de los límites entre las formas”[ii].

Así, el origen y esencia de la línea en la obra de estos últimos quince años de  Carlos Medina, no es más que el resultado de un proceso natural que pudiera responder al principio de la necesidad interior propuesto por Kandisky en su libro Lo  espiritual en el arte, principio que nace a su vez de tres necesidades místicas, que no son más que la necesidad de expresar lo que le es propio en lo personal, en el contexto y por supuesto, en lo que le es propio al arte.
Lizett Alvarez Ayesteran
Enero 2015


[i]Relacionamos el proceso creador de Carlos Medina del trabajo que hoy presenta en el GDEV con el concepto de “Inmensidad íntima” que propone Gaston Bachelard en su Poética del espacio. El cual refiere a: “La inmensidad es, podría decirse, una categoría filosófica del ensueño. Sin duda, el ensueño se nutre de diversos espectáculos, pero por una especie de inclinación innata, contempla la grandeza. Y la contemplación de la grandeza determina una actitud tan especial, un estado del alma tan particular que el ensueño pone al soñador fuera de este mundo próximo, ante un mundo que lleva el signo de un infinito”
[ii]Kandisnky, Wasily: Lo espiritual en el arte. “El lenguaje de las formas y los colores”

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